¿Qué pensamos realmente sobre los impuestos al tabaco?
Los impuestos al tabaco son una de las herramientas más efectivas para reducir el consumo y proteger la salud pública, especialmente entre jóvenes. Sin embargo, existe mucha desinformación sobre su impacto real en la economía y en nuestras comunidades.
Esta campaña busca romper mitos, compartir evidencia y mostrar cómo los impuestos saludables no solo salvan vidas, sino que también financian servicios esenciales para el desarrollo de nuestros países.
Cada año, el tabaco mata a más de 8 millones de personas en el mundo. En América Latina, el consumo de tabaco representa una carga económica enorme para los sistemas de salud. Los impuestos al tabaco no solo reducen el consumo, sino que generan recursos para educación, salud y desarrollo social.
Impuestos que salvan vidas
(y cuidan el futuro)
Descubrí cómo los impuestos al tabaco están transformando comunidades y protegiendo a las nuevas generaciones del daño del tabaquismo.
Salud Pública
Los impuestos reducen hasta un 10% el consumo de tabaco, previniendo enfermedades y muertes prematuras.
Desarrollo Social
Los recursos recaudados financian educación, infraestructura y programas de prevención en salud.
Protección Juvenil
Los precios más altos desalientan el inicio del consumo en adolescentes, el grupo más vulnerable.
Lo que necesitás saber
El tabaco sigue siendo la principal causa de muerte prevenible en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren más de 8 millones de personas por enfermedades relacionadas con su consumo, y más de 1 millón de esas muertes ocurren en la región de las Américas.
Hoy hay alrededor de 1.300 millones de consumidores de tabaco en el planeta. La mitad de ellos morirá prematuramente por enfermedades asociadas, perdiendo, en promedio, entre 10 y 15 años de vida.
Pero el tabaquismo no es solo un problema de salud, también genera daños a nivel:
- Económico: los costos sanitarios y de productividad superan ampliamente los ingresos fiscales que genera. Se estima que el impacto económico global ronda los 1,4 billones de dólares anuales, lo que equivale al 1,8 % del PIB mundial.
- Social: afecta de manera desproporcionada a los sectores más vulnerables, donde la prevalencia de consumo suele ser mayor y el acceso a servicios de salud y tratamientos es más limitado.
- Ambiental: desde la deforestación para cultivar tabaco hasta los 4,5 billones de colillas que contaminan año a año las calles, ríos, mares y ecosistemas enteros, el impacto ambiental es enorme.
El tabaquismo no es una decisión individual; es un problema estructural que afecta la salud, la economía y el ambiente de todos.
El tabaco daña en múltiples dimensiones:
- En la salud: está asociado a más de 20 tipos de cáncer y a enfermedades cardiovasculares y respiratorias crónicas. En América Latina, representa una de las principales causas de hospitalización y muerte prematura
- En la economía: los sistemas de salud gastan miles de millones de dólares cada año en atender enfermedades completamente prevenibles. En muchos países, el costo sanitario del tabaquismo duplica o triplica lo que se recauda en impuestos al tabaco.
- En la productividad: se pierden millones de horas laborales por enfermedad o muerte prematura, afectando a familias y economías enteras.
- En el ambiente: la producción de tabaco implica deforestación, uso intensivo de agua y químicos, y contaminación por desechos. Las colillas son el residuo más arrojado en el mundo: no son biodegradables y liberan sustancias tóxicas.
El verdadero impacto del tabaco no se mide solo en los cigarrillos consumidos, sino también en vidas perdidas, recursos gastados y ecosistemas dañados. El tabaquismo es una epidemia que erosiona nuestro futuro.
Los impuestos saludables son políticas fiscales que buscan reducir el consumo de productos dañinos para la salud, como el tabaco, el alcohol o las bebidas azucaradas. La lógica es sencilla: si un producto genera un daño colectivo, su precio debe reflejar ese costo social.
En el caso del tabaco, la evidencia es contundente:
- Prevención: los precios más altos reducen la probabilidad de que los jóvenes comiencen a fumar.
- Abandono: quienes ya fuman tienen más incentivos para dejarlo o disminuir su consumo.
- Recaudación: los fondos adicionales obtenidos pueden destinarse a salud, educación y programas de prevención y cesación.
- Equidad: los impuestos protegen a los sectores más vulnerables, que son los más afectados por las enfermedades relacionadas al tabaco
La OMS subraya que los impuestos al tabaco son la medida más costo-efectiva para reducir el consumo. Además, se ha demostrado que generan beneficios fiscales que superan ampliamente los costos de implementación.
La industria tabacalera ha demostrado una enorme capacidad de adaptación. Frente a regulaciones más estrictas, despliega estrategias de innovación que buscan mantener su mercado:
- Nuevos productos: cigarrillos electrónicos y tabaco calentado, presentados como “menos dañinos”, aunque la evidencia muestra que no son seguros y pueden generar adicción.
- Marketing digital: campañas en redes sociales, influencers y estéticas juveniles que buscan normalizar y promover el consumo entre las nuevas generaciones.
- Apropiación de discursos sociales: la industria se disfraza de inclusiva y sostenible, utilizando causas legítimas como la diversidad o el medio ambiente para mejorar su imagen, sin cambiar la naturaleza dañina de su producto.
Estas tácticas no buscan proteger la salud, sino sostener un negocio basado en la adicción, normalizando el consumo y debilitando las políticas de control. Reconocerlas es esencial para desarmarlas y proteger a las nuevas generaciones.
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